• Disculpe si no me levanto, columna semanal.

  • Nanorelatos para el día a día

  • Acerca del autor

  • Tengo que reconocer, aunque me cueste e intente disimularlo parafraseando a autores de renombre, que no entiendo de economía –al igual, me temo, que les ocurre a los expertos que nos guían, cual lazarillos, por la senda de la austeridad suicida-.

  • Elevar la ratio de alumnos por clase, como se pretende, más que una medida de ahorro es un atentado flagrante contra la calidad del sistema educativo público.

martes, 27 de marzo de 2012

Eufemismos

Mi jefe me dice que duermo en el trabajo: no entiende que se trata de periodos de producción limitada en los que despejo el cerebro para volver con más energía a mi quehacer laboral cotidiano. El caso es que, tras varios avisos, ha terminado por despedirme o, bueno, como él lo llama, me ha animado a expandir mis metas laborales más allá de los límites de mi empresa actual.



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Foto: Montilla Digital.




En casa, con mi esposa, las cosas no van mejor: son cada vez más frecuentes y habituales las broncas por cualquier motivo, aunque mi psicólogo me dice que los intercambios de pareceres con tono progresivo de voz son un lugar común en todas las parejas, favorecen la convivencia y ayudan a eliminar el estrés.

Y ahora, claro, sin el asueto salario mensual, tengo que mirar por la economía mucho más que antes, y me he dado cuenta de que los precios han subido por doquier. Discutía o, perdón, intercambiaba pareceres con tono de voz progresivo sobre este asunto con el encargado del supermercado que hay debajo de mi casa, y me comentaba que los precios no habían subido, simplemente se habían actualizado a la subida del IPC interanual.

El caso es que me tengo que acostumbrar a visitar religiosamente las oficinas del INEM, donde he descubierto, para alivio mío y de mi familia, que no estoy en paro, simplemente tengo suspendidas temporalmente todas las actividades profesionales remuneradas a las que me dedicaba antes. Menos mal.

Lo peor, sin duda, son las colas, que no es que sean largas, es que se da una confluencia fortuita de personas y horarios para la que tengo gran acierto porque, vaya a la hora que vaya, siempre, como mínimo, llegan a la vuelta de la esquina.

Está bien vivir una realidad alternativa donde intentamos paliar la dureza de los acontecimientos inventándonos eufemismos absurdos que llegan a desconcertarnos. El problema es que me empieza a cansar que me tomen por tonto. 

Llegará un día, no muy lejano, en el que de tanto eufemismo, olvidaremos los nombres de las cosas y nos veremos abocados a etiquetarlo todo, como Aureliano Buendía, para no olvidar qué era cuál. El problema vendrá cuando también se nos olvide leer.


Publicado en Montilla Digital

martes, 20 de marzo de 2012

Envases

¿Se han parado a pensar alguna vez en la importancia que tienen los envases en nuestra vida cotidiana? Resulta fascinante este mundo de continentes, grandes segundones de la historia hasta que el afán ecologista del siglo XXI les otorgó cubo de basura propio (algo así como reconocer su lugar en la sociedad). 


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A lo largo de los años, hemos sido invadidos tan silenciosa y eficazmente, al modo de los bazares y restaurantes chinos, que ya no concebimos la vida sin ellos. En un mundo sin envases, por ejemplo, la pasta dentífrica se apelmazaría sin escrúpulos en el borde del lavabo, invadiendo impunemente el espacio destinado a la pastilla de jabón o, peor aún, al vaso de los cepillos de dientes. 

La industria de las bebidas, por otra parte, no tendría sentido alguno; es más, en un mundo sin envases es posible que ni siquiera hubiera sido inventada, ya que los humanos, ante la inexistencia de artilugios con los que contener los líquidos, hubieran vuelto a la despreocupada época, al menos en lo que a primas de riesgo, reformas laborales y corrupciones de diversa índole se refiere, en la que se bebía a cuatro patas con un ojo en el estanque y otro en la espalda.

Y es que los envases propician, incluso, la difusión del saber. ¿Qué mejor escaparate habría encontrado Louis Pasteur para su proceso de esterilización que un tetrabrik de leche? O ¿cómo sabríamos, por ejemplo, que un zumo de naranja contiene, de media, un 11 por ciento de zumo de naranja?

Algunos, sin embargo, confunden conceptos y, como las modas son cíclicas y ahora se vuelve a llevar lo retro, han decidido volver a leyes abortivas del siglo pasado y a considerar a la mujer un mero envase.

El derecho a la vida (digna, por cierto, que siempre se les olvida comentarlo) no puede ser enarbolado para esclavizar a la mujer con una función vital que tiene como derecho y no como obligación: ser madre si quiere.

Por otro lado, no deja de ser curioso el concepto "derecho a la vida". ¿Qué es exactamente¿ ¿Derecho a nacer o derecho a vivir? La vida es un periodo tan largo y los derechos que perdemos durante su transcurso son tantos, que es hasta cruel la expresión acuñada.

Pero, por ahora, toca involucionar. Toca dar explicaciones y considerar al aborto como un fracaso y no como un derecho. ¿Recuerdan las máquinas de tabaco de los bares de los noventa? Su bebé, gracias.


lunes, 12 de marzo de 2012

El sueño.

Vengo tan cansado últimamente del trabajo, que me quedé dormido en el sofá leyendo en el periódico las declaraciones de Esperanza Aguirre sobre los recortes en los gastos que no son esenciales, entre los que incluía, por ejemplo, el mantenimiento de las carreteras, ya que "a lo mejor, algunos de los vecinos de Aluche tiene más de 75 años y no las utilizan", indicaba la presidenta.


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El efecto narcótico de las extravagantes declaraciones fue breve, pero intenso; en apenas unos minutos logré alcanzar la fase REM y tuve un extraño sueño. Soñé con uno de esos días en los que, al llegar a casa, te planteas seriamente no volver a coger el coche para desplazarte por la ciudad.

La mañana comenzaba antes de lo previsto; con media hora de adelanto sobre el horario habitual, un ruido de protestas y sirenas de policía me devolvía al mundo de la vigilia. En la avenida que hay debajo del balcón de mi salón se manifestaba la AVEPP (Asociación de Vecinos de la Primera Planta), reclamando que se les eximiera del pago de la cuota de la comunidad correspondiente al uso del ascensor, ya que ellos, en su inmensa mayoría, no lo usaban.

Aprovechaba, entonces, el tiempo extra sobrevenido con el adelantado despertar para planificar una ruta alternativa que me condujera al trabajo, pero una vez que salía del garaje y me disponía a seguirla, me encontraba cortada la rotonda que une las dos arterias principales de la ciudad, provocando un atasco monumental.

Alrededor de 30.000 personas según los manifestantes, y un par de cientos según fuentes del Gobierno, pertenecientes a la ABEDIZA (Asociación de Bebedores Diarios de Cerveza), exigían que se modificase el sistema de abastecimiento de agua para que a su casa solo llegase agua no potable, que es más barata, y no tuvieran que pagar por el agua destinada a un consumo humano que ellos no efectuaban.

Callejeando como pude salía del aprieto, aunque los peores presagios en los que me veía llegando tarde al trabajo se cumplían cuando me encontraba a un coche de la Policía Local que desviaba el tráfico impidiendo el acceso a la ronda de circunvalación vía Plaza del Ayuntamiento, que había sido tomada por la UAE (Unión de Abstencionistas Electorales).

Los uaeños se habían apresurado a montar un improvisado campamento con mesas propagandísticas donde informaban a los ciudadanos de su petición principal: eliminar de sus impuestos la parte que se destina a la financiación de los partidos políticos, ya que a ellos, como proclamaban, no los representan.

Mi jefe supo disculpar el retraso porque él también había sufrido los mismos cortes de tráfico e, incluso, aparecía una hora más tarde que yo por el trabajo. Cuando llegaba la hora de salir, para evitar todo atasco, al volver a casa decidía tirar por Aluche; allí me encontraba una manifestación de mayores de 75 años, encabezada por Esperanza Aguirre, que sujetaba una pancarta en la que se leía: "Las carreteras que las pague tu abuela".

Los afables septuagenarios reclamaban que se les eximiese del pago, en sus impuestos, de la parte destinada al mantenimiento de las carreteras, ya que ellos no las usaban. Varios ancianos eran detenidos tras sendas cargas policiales. No entiendo nada.

Publicado en  Montilla Digital

jueves, 8 de marzo de 2012

El fracaso de las oposiciones.

Hasta el día 12 de marzo se mantendrá abierto el plazo para que decenas de miles de opositores se inscriban en el proceso selectivo de este año. Desde su instauración, el sistema de acceso a la función pública docente ha demostrado su inutilidad como sistema de selección de los mejores preparados. 


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Exceptuando los magisterios, el resto de carreras universitarias válidas para el acceso a la plaza de profesor de Secundaria no cuentan, ni siquiera como optativas, con asignaturas de didáctica específica; este desfase en la adquisición de habilidades docentes se intenta paliar con el actual Máster del Profesorado o el antiguo Certificado de Aptitud Pedagógica (CAP). 

Con una matrícula de 2.500 euros, este curso pedagógico exprés es una cara pantomima burocrática destinada a la consecución de un título llave que permite presentarse a las oposiciones.

Recuerdo con cariño mi CAP: una amable inspectora de Educación hablando sobre útiles leyes educativas que pretendía que nos aprendiésemos de memoria; un simpático psicólogo descubriéndonos lo conflictiva que podía llegar a ser la adolescencia de cualquier muchacho (por aquel entonces solo de muchachos, aún le quedaban unos años al muchachos/-as; lo mismo que las APA aún no se habían pasado al mundo del AMPA) y enseñándonos que el vello púbico es rizado porque, a diferencia del de la cabeza, es más plano. Además de una hora de práctica, una, en la que tuve que explicar la diferencia entre el Arte Mayor y el arte menor. Me equivoqué encima. Aprobé el CAP con sobresaliente.

En el examen de oposiciones prima el mismo principio inútil que en todo el sistema educativo español: la memoria. Un tema escogido al azar entre casi ochenta determina en gran parte tu validez para ponerte delante de 30 alumnos. 

Tras superar el tema y, este año, de nuevo, una prueba específica del tipo comentario de texto para Lengua y Literatura, se pasa a otra prueba más absurda si cabe: la defensa, delante de un tribunal, de una programación hecha para un curso completo y una unidad didáctica entre quince que se han debido elaborar, al más puro estilo libro de texto infumable de la ESO.

En plena era de las comunicaciones, en plena Legislatura donde la Junta de Andalucía presume de haber invertido varios millones de euros en el programa Escuela Tic 2.0, dotando a las aulas de pizarras digitales sin manuales de instrucciones y regalando a los alumnos miniportátiles de a kilo en una inversión absurda que no redunda en beneficio alguno para el sistema educativo (porque el alumno, cuando acaba su etapa educativa, abandona el instituto al cumplir los 16, lo rompe o lo vende en el mercadillo, se queda el miniordenador en propiedad, obligando, año tras año, a realizar una nueva inversión para la generación siguiente), en esta era telemática donde es "deber del profesorado" estar al día en los últimos avances en tecnología de la información y comunicación, te dan una tiza y una pizarra para explicar, sin poder usar ningún otro material, la programación y la unidad. Muy coherente.

El tribunal que valora a los aspirantes está compuesto por profesores en activo que estudiaron hace décadas (si tienes la suerte de que lo hubieran estudiado en su carrera) el tema que te corrigieron en la prueba memorística; pero es que, además, van a valorar una programación cuando en los institutos nadie hace ya programaciones: simplemente se copia y se pega de las que facilitan las editoriales. Ni hablemos ya de las unidades didácticas. ¿Por qué? Tres palabras: libro de texto.

Pero si, a pesar de todo, apruebas con plaza, ya puedes respirar tranquilo. Ya estás dentro. El periodo de prácticas es tan burocrático como el CAP. Nadie te va a despedir y, en unos cinco o seis años, a base de ensayo y error, ya sabrás por fin cómo hay que darle clase a treinta alumnos adolescentes; aunque siempre te quedará la vía rápida de hacer que saquen los ordenadores o alargar la lírica medieval de septiembre a marzo tocando la guitarra en clase.

Si usted lleva trabajando varios años sin plaza y osa fallar en la prueba memorística, ha de saber que no estaba preparado para dar clase, con lo que considere la seria posibilidad de que esos años que se ha llevado delante de sus alumnos hayan sido un sueño al más puro estilo Antonio Resines. 

Si usted, por el contrario, es un perturbado con gran capacidad memorística, está de suerte, no existen pruebas psicotécnicas que determinen la aptitud mental de los aspirantes a profesores como sí ocurre, por ejemplo, en las oposiciones al cuerpo de Policía. Sea discreto y las locuras, en el campo.

No obstante, lo mismo que a Humphrey Bogart le quedaba París, siempre le quedará la enseñanza privada, que no hace oposiciones o, por qué no, cargo público. Todo es probar.


Publicado en  Montilla Digital.
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